domingo, 17 de octubre de 2010

Lo indudable y obviamente connatural y la complejidad de las cabilaciones existenciales acerca del universo y nuestra ubicación en él como algo ínfimo e irreductible

Qué buena que es la felicidad, verdad; sentirse en tranquilidad y relativa calma estable. Tantas cosas dadas por sentadas y esas mismas realidades se desmoronan sobre sus propios pilares de raciocinio y verdad.
El universo es tremendamente complejo, así como el universo de cada individuo, el universo de las cosas; las leyes que lo rigen nos dan seguridad y respaldo, certeza ante las posibles adversidades, posibles no en calidad de que ocurran o no, sino en calidad de cuándo y cómo lo hagan. Hay tanto que no vemos, tanto que nos perdemos, nuestra mente es una trampa, somos presos de ella, no nos deja ver el universo en su esplendorosa perspectiva múltiple, esa que nos saca de nuestra posición individual y encasillada para subirnos al podio desde el que se ven todos los colores del espectro. La navaja de Ockham jeje... cuánta razón, y cuánta sin razón.
Así de fácil y así de complejo. Pero de vez en cuando podemos abrir una ventana especial y echar un breve vistazo, y sentirnos afortunados por un instante, y sabremos que cuando la cerremos seremos desgraciados e ignorantes de nuevo, sabremos que cuando esa ventana se cierre no seremos conscientes de aquello que ahora nos es familiar y conocido, nos causa rabia impotente el saber que nos desaprehenderemos de todo eso.
La vida es demasiado corta para conocer una ínfima parte de cuanta belleza nos rodea, demasiado corta para desaprovecharla, para no dejarnos llevar por la parte maldita (nuestro lado hedonista y connatural) y sentir la naturaleza del mundo que nos rodea, ser la naturaleza que nos rodea.

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