viernes, 8 de abril de 2011

Oroitzapenak eta desioak

Sueño que plaño junto a tu almohada, deseo despertar de este sueño incesante, me arrulla el pecho y aprietan los puños de rabia que ya no quiero verme en el espejo y nadie se entera, que ya no quiero pender de este hilo, que ya no quiero ser yo, porque sólo el picante de tus labios y el ardiente de tus piernas es rival para mí, en este yermo campo, en esta impía ciudad, donde los amantes no se quieren y lo importante es follar...
Ahora que ya no puedo ni sostener la mirada, ni recolectar silencios, ni sembrar voces de esperanza, ni sentir añoranza, ahora que no soy persona ni puedo ser un sueño, ha llegado el momento...
Pegando fuerte se hace notar en su llegada, y no es comedida con sus palabras, ella se sabe fuerte y así su voz echa fuego cuando habla. Y otra noche más volveré a morir y por la mañana resucitaré en este mundo de mierda, aquí donde la hipocresía va de la mano de la avaricia y el pecado no tiene castigo, las conciencias no conocen barreras y las barreras nos las imponemos entre nosotros, para aplastar a los demás, a los que se alimentan de piedras y lágrimas, a los que jamás tendrán otra oportunidad. 
Y entonces entre toda esta mierda en la que floto, es como si de repente me golpeara una esperanzadora barca de madera a la que me aferro con mi alma y me lleva a flote hasta aguas sanas, a realidades someras, a la seguridad casi autoconfirmada, allá donde los suspiros no llegan más arriba de la nariz y las risas polucionan el ambiente. El olor de la madera vieja y la enea de las sillas de la casa nos llevan de la mano a un pasado reconciliador, a un lugar seguro y agradable, a aquel sitio donde más felices fuimos y donde la comunión con la naturaleza cobraba su máxime bedeutung, y así es como dos lágrimas se alejan por mis mejillas dejando atrás toda una vida en recuerdos y placeres...

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