jueves, 7 de abril de 2011

Abarrunta verano

Tal y como dijo aquél una vez mientras urdía los lastres del pegamento cuyos implantes de plastilina y limpiapipas eran deslizados con amor y colorido semblante alrededor de un corazón ardiente que no entiende de clips ni cajas blancas de cartón decoradas con sonrientes cabezas de ositos y jarras de cerámica de esas que los árboles utilizan para hacer surf en otoño en las playas de lava de los paquetes de clinex a los que les quedan menos de cuatro tarros de plastificadas etiquetas de cerveza acorraladas por las huestes de un cajón semi abierto a la luz de la nave espacial bajo la losa de carbón que era hija del canal de la bola de papel que felizmente cuelga del techo en los aposentos de un ruiseñor con barba que se bebía los cubos de sangre y semen antes de comerse su propia cabeza como en sus tiempos hacía el conejo blanco del aeroplano de Jefferson justo antes de defenestrar a su puta vieja por el anillo de un planeta que ya no existe en estos tiempos locos en los que la gente ya no cree en un dios justo porque tuvo la indecencia de crear a un ser que jamás llego a saber lo que era una coma en un texto sin sentido.

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