lunes, 17 de mayo de 2010

Retazos y retacillos

Entre un tumulto había dos que acabaron pillando al dueño de la pensión viendo porno, los mismos dos que comerían helado de chocolate en el paseo de los tristes entre vez y vez, entre tren y patos enfrentándose por unos trozos de pan duro enfrente de la alfombra de hojarasca que sería testigo de lo mismo por una segunda vez.
Un baño en la piscina por la mañana con el fresquito que le es propio, unas llaves olvidadas y un cajón desparramado, ¿quién no sabe encender una lumbre? parece que huele a piña colada...
El caballero que se deja vencer y la dama que se lo cree, mudos testigos los ajuares de una habitación de hotel enfrente de la mezquita no parecían estremecerse cuando algunos acabaron en La Mancha, tierra de molinos y aldeitas.
Un tren que tarda cuatro horas, un autobús que lo hace en la mitad, una botella de plástico llena de ponche fue el comienzo de la revolución de las risas, risas que estarían presente desde el comienzo hasta hoy y que seguramente acompañarán a las cerdadas de cada uno, ¿por qué haces el pino en la cama y contra la pared? mejor ni preguntes...
Seguro que Hachiko lloró menos por su amo que uno que lloró por Hachiko un día cualquiera bajo la ventana que tanto le gusta a ella cuando el verde follaje no deja ver si la panadería está abierta aún o ya es tarde para bajar a por otro litro.
A mí déjame de disfraces eh, que como voy estoy bien, por cierto, ay que ver la tos que da la comida hindú eh...
Con un poco de suerte saldremos contentos y mojados una vez más de tomar cervezas en el Albaicín.
Los ogros de los cuentos son verdes, con sus orejas verdes, con sus pies verdes y hasta con sus dedejos verdes, y no se pintan, pero yo no soy un ogro, aunque tengo muchos cuentos...
Cuantísma sutileza sutilmente hilvanada con retazos de recuerdos, mejor no cierro la costura, para empalmar más adelante...

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