martes, 15 de noviembre de 2011

Tributo a la vida

Las emociones a flor de piel nos sustentan en medio de este baldío de inseguridades y formaciones simbólicas con sentido que nos envuelven, y cuando uno no sabe qué pensar es fácil caer en la desidia, pero el alma no sabe de desidias, pues trabaja cada segundo como si fuese el último por escapar de nosotros en el carro de los vicios, que nos acercan a donde se completa el círculo. Fortalecer la carne es fortalecer el espíritu y un espíritu fuerte es una persona hambrienta, hambrienta de conocimiento, de emociones, de vida; la saciedad la tenemos aquí si nuestros horizontes son humildes, y no hay nada más humilde que el sano egoísmo y la comprensión empática; dos caras de una misma moneda que siempre está girando en el aire, siempre que no sucumbamos al Thanatos de esta tierra, a la materialización más banal de los placeres que tanto nos embrujan y de los que no queremos escapar. Un camino de rectitud, de claridad mental y física, de amor y amistad, de vicios comedidos y locura en medio de tanta puta cordura, un tributo a la vida misma, esa es una buena filosofía.

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