sábado, 19 de noviembre de 2011

Pero qué bien estoy

Porque la tortura de este mundo es la existencia, el libre albedrío es nuestra debilidad, el poder de visionar dos paraísos y tener que desechar uno, la conformidad, el comedimiento, la austeridad; en este mundo de insaciable apetito por lo bello, de inconsumables placeres terrenales o etéreos, de amores incomprensibles y momentos de sonrisas como de haber hecho lo que no se puede hacer... Me es todo tan sabido ya, todo esto me resulta tan lejanamente familiar que es como si pudiera verlo sin poder describirlo, atado de pies y manos, con el corazón cabalgando un palmo por delante de mí y mi alma perdida ya no sé dónde; pero como balizas a la deriva llegan a mí fugacidades del pasado y advertencias o sugerencias que aún pueden estar por sorprenderme, y entonces comprendo que aún puedo mantener esta sonrisa pícara, porque la vida nunca se cansa de jugar, y yo tampoco, mientras ella quiera, mientras me mire de reojo, yo la seguiré a hurtadillas descalzo, para intentar pillarla, para que no me sorprenda, aunque en el fondo, me encanta...

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