domingo, 28 de noviembre de 2010

El derecho a la vida

A continuación, un trabajo que he hecho para clase de sistema político español, trata sobre el derecho a la vida y toca los temas del aborto, la eutanasia y la pena de muerte. Tenía que hacer una recopilación histórica sobre cada uno y una reflexión personal, salvo en el de la pena de muerte, que debía defenderla. Dos compañeros y yo nos ofrecimos voluntarios para defender la pena de muerte porque nadie en la clase la defendía realmente.

“Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las Leyes penales militares para tiempos de guerra”.
Así empieza la sección primera (de los derechos fundamentales y de las libertades públicas) de nuestra constitución en su artículo 15, dedicado al derecho a la vida.
A continuación analizaremos la controversia en torno a tres asuntos sociales de suma relevancia, pues tratan ni más ni menos que de la vida humana. Tales asuntos son la pena capital, el aborto y la eutanasia. Haremos un breve repaso histórico de cada uno de estos temas para seguidamente dar paso a una visión personal de los mismos, y adelanto ya que personalmente me declaro a favor del aborto y la eutanasia y en contra de la pena capital, aunque en este trabajo voy a argumentar a favor de ésta última.


I.                   El aborto:

Introducción histórica y evolución:
En cuanto al aborto hay que distinguir entre dos tipos, el inducido y el espontáneo. El aborto inducido consiste en la interrupción del embarazo mediante el empleo de medicamentos o intervención quirúrgica tras la implantación, antes de que el feto se haya convertido en viable de forma independiente. El aborto espontáneo es la interrupción del embarazo por causas naturales o, en todo caso, no intencionadas.
El aborto es una práctica milenaria, se sabe que entre los asirios las mujeres que abortaban y eran descubiertas eran empaladas. En el mundo antiguo griego y latino, ambas culturas patriarcales, el aborto era comúnmente practicado por los médicos, sobre todo en caso de embarazos extraconyugales. En Grecia era empleado para regular el tamaño de la población y mantener estables las condiciones sociales y económicas. Platón recomendaba el aborto a las mujeres embarazadas mayores de 40 años o cuya pareja era mayor de 50 años. Aristóteles sostenía que el feto se convierte en 'humano' a los 40 días de su concepción si es masculino y a los 90 si es femenino y recomendaba el aborto para limitar el tamaño de la familia.
En la antigua Roma el aborto estaba permitido, pues el derecho romano no consideraba al feto como persona, aunque le reconocían derechos tales como el derecho a nacer (posponiendo, por ejemplo, las ejecuciones de mujeres embarazadas condenadas a muerte).
En las culturas matriarcales y en la céltica, donde la descendencia más importante era la materna, el aborto era dejado a discreción de la mujer. Generalmente no era practicado porque era considerado un insulto a las divinidades femeninas del renacimiento y de la fertilidad. Se suponía que rechazar una vida donada por la Diosa llevara mala suerte al clan, en cambio estaba permitido dejar morir a sus propios hijos, sobre todo si nacían con alguna deformación física.
Con el Cristianismo se restringieron las prácticas abortivas: al siglo II d.C. se remontan las primeras leyes estatales contra el aborto, con el exilio de las mujeres que abortaban y la condena o el destierro de las personas que lo practicaban.
Santo Tomás y San Agustín afirmaban que el embrión no tenía alma hasta que asumía forma humana. Sin embargo, más allá del problema de la animación del feto, la Iglesia Católica ha afirmado desde sus inicios que debe ser considerado como persona.
A principios del siglo XX se empezó a despenalizar el aborto en caso de peligro de la vida de la madre y para proteger su salud. Islandia fue el primer país occidental en legalizar el aborto terapéutico en ciertas circunstancias (1935). En los cincuenta la mayoría de los países del ex bloque soviético legalizaron el aborto voluntario en el primer semestre de embarazo. Entre finales de los años sesenta y principios de los setenta, casi todos los países industrializados de Europa y Norteamérica lograron despenalizarlo en el primer trimestre de embarazo y ampliar las circunstancias en que se permite practicarlo, gracias sobre todo a la revolución sexual y a las luchas feministas de esos años. Italia, España, Portugal e Irlanda fueron más recalcitrantes al legalizarlo, mientras que los países escandinavos y anglosajones fueron más sensibles hacia el derecho a decidir de las mujeres.

Opinión personal:
Creo que la decisión está en manos de los padres, y sobre todo en las de la madre, y si es su deseo abortar no veo por qué no habría de hacerlo. Los que no apoyan esta práctica dicen que el feto tiene derecho a la vida y que la madre no tiene derecho a decidir no parirlo, pues yo me pregunto por qué un puñado de células que no son una persona habrían de tener prevalencia sobre la vida de una mujer.
No me voy a centrar en los casos de violación pues resultan evidentes las razones, pero hay otros muchos casos, tantos como queramos imaginar, entre ellos, aquel en el que la mujer simplemente no quiere ser madre y ha quedado embarazada accidentalmente por un descuido o por el mal funcionamiento de un método anticonceptivo.
Por ejemplo, en mi caso particular, tengo pareja y ambos nos queremos mucho, y nos gusta hacer el amor, pero si por desgracia un día ella quedase embarazada, según los detractores del aborto, deberíamos tener el niño, pero no piensan que eso nos arruinaría a los dos, para empezar no queremos, ni podemos, no tenemos las condiciones económicas necesarias para ser padres, ni la madurez suficiente, yo no sabría cómo criar a un niño, seguramente tendría que dejar de estudiar y ponerme a trabajar. Todas estas circunstancias crearían un estado de ánimo inapropiado tanto a ella como a mí, aparte, un niño debe ser criado en un ambiente familiar estable y sano, cosa que tal vez no podríamos proporcionarle por no tener nosotros mismos una estabilidad tal como un empleo fijo, una vivienda propia o la preparación psicológica necesaria para criar un niño.
Estoy de acuerdo con que llegado cierto tiempo el feto deja de ser una masa carnosa sin forma y se convierte en un ser humano, una persona, a partir de los cuatro meses el embrión mide unos 18 cm. y su peso es de unos 225 gramos, empiezan a funcionar los riñones y el corazón late dos veces más rápido que el de la madre, aparecen los primeros cabellos en la cabeza y se delinean las cejas; creo que este es el tope, a partir de los tres meses (tal y como está regulado en la ley) no debería poderse abortar, porque ya sí que se está matando a un bebé, solo que en lugar de hacerlo cara a cara se hace en el vientre de la madre. Parece que si se mata a un embrión en el vientre pierde importancia, pero imaginémonos matar a un bebé en su cuna, no podríamos hacerlo, pues esto es lo mismo; sin embargo pienso que antes de los tres meses no es lo mismo, aún es muy pequeño y no es más que una bola de carne.
El derecho a la vida es importante, pero también lo es el derecho a decidir cada uno sobre su propia vida, abortar antes de los tres meses es matar a un puñado de células que todavía no son una persona, decidir tener o no un hijo es, como cualquier otra decisión, propia de cada persona, que es libre de decidir qué hacer con su vida, ¿por qué tiene nadie que verse condenado a tener un hijo en contra de su voluntad? ¿Y si no puede permitírselo? Estaría poniendo en peligro la vida del futuro niño.

II.                La eutanasia:

Introducción histórica y evolución:
La eutanasia es básicamente acabar con la vida de un enfermo para evitarle sufrimiento, pero hay que matizar varias concreciones. Existen dos tipos principales de eutanasia, la directa y la indirecta; en la eutanasia directa lo que se pretende es adelantar el momento del óbito, que a su vez tiene dos formas, la activa y la pasiva; en la eutanasia activa se provoca la muerte indolora a petición del paciente; en la eutanasia pasiva lo que ocurre es una muerte por omisión, se priva al paciente de tratamiento hasta que muere víctima de su dolencia; en la eutanasia indirecta se produce la muerte del paciente como efecto secundario de una acción que no tenía este hecho como objetivo principal, por ejemplo, cuando se medica a alguien con morfina para calmarle su dolor y sufre accidentalmente una sobredosis que le causa la muerte.
El debate en torno a la eutanasia no es ni mucho menos actual, se remonta a la antigua Grecia, y allí la concepción de la vida era distinta, pues se creía que una vida en condiciones penosas no era digna de ser continuada, por lo tanto estaba justificada la manipulación con el fin de acabar con ésta. Llegada la Edad Media y el fuerte influjo de la religión la eutanasia pasó a un ámbito más oscuro y prohibido; nadie puede decidir sobre el fin de la vida pues ésta es otorgada por Dios y sólo él puede quitarla.
En 1623 el filósofo inglés Francis Bacon habla de la posibilidad de que un médico preste ayuda a un enfermo para poner fin a su vida, y recalca siempre la idea del consentimiento del enfermo.
Más recientemente sucesos como el programa Aktion T4 (programa de eutanasia durante el régimen de Hitler) han levantado gran polémica y polarizado aún más las posturas. En el programa Aktion T4 se eliminaron sistemáticamente entre 200 y 275 mil personas en seis centros en Alemania y la Austria anexionada; el objetivo era eliminar a personas señaladas como enfermos incurables, niños con taras hereditarias o adultos improductivos. En uno de los carteles propagandísticos del programa se veía la imagen de un minusválido, junto al que aparecía la cifra 60000 y se leía: "60000 RM es lo que esta persona que sufre de defectos hereditarios cuesta a la comunidad alemana durante toda su vida. Conciudadano, ése también es tu dinero. Lea Neues Volk, la revista mensual de la Oficina de políticas raciales del NSDAP (partido nacional socialista obrero alemán)".
Pero aquí es donde se cruza la delgada línea de la moralidad, pues tenemos el ejemplo de EEUU donde los principios del movimiento pro-eutanasia no eran diferentes a los de los nazis; de hecho para la misma época el movimiento pro-eutanasia norteamericano trató de introducir una legislación de eutanasia involuntaria que permitiera la eliminación de pacientes diagnosticados médicamente como deficientes mentales, idiotas, etc.
A pesar de que existen muchos argumentos tanto a favor como en contra de esta práctica, en ambas posiciones prima una máxima, el concepto de dignidad humana puede ser utilizado tanto para defender como para reprobar esta práctica.
A pesar de que esta práctica por parte de médicos debe estar sujeta al conocimiento y consentimiento del paciente y sus familiares, no siempre se procede de esta manera, lo que ha dado lugar al desprestigio del hecho eutanásico y ayudado a generar argumentos en contra. Cada vez tiene más peso la idea del respeto a la autonomía de la persona en el discurso pro eutanasia, así como la introducción del consentimiento informado en la relación médico-paciente, y para éstas situaciones, la elaboración de un documento de voluntades anticipadas sería una buena manera de regular las actuaciones médicas frente a situaciones hipotéticas donde la persona pierda total o parcialmente su autonomía para decidir, en el momento, sobre las actuaciones médicas pertinentes a su estado de salud.
En el plano legal se blande la idea de que en base al reconocimiento de los derechos humanos, cada persona tiene derecho a decidir, de manera informada, a cuestiones que afectan a su salud, su cuerpo y, en última instancia, a si quiere o no seguir viviendo; también es necesario que exista un ordenamiento jurídico que aclare los casos en los que las personas pueden tener derecho a la eutanasia, así como regular el acto con total transparencia de los procedimientos.
Los que se posicionan en contra sitúan en la cúspide de su discurso la supremacía de la vida por encima de todas las cosas, incluso por encima de la calidad y condiciones de la misma, así que no resulta difícil prever sus argumentos;  según ellos la eutanasia es contraria a la ética, y la vida está por encima de todo, independientemente de las condiciones en las que viva el paciente e independientemente incluso de su propia voluntad.
La Iglesia tiene un papel importante en estos temas lógicamente, como detentadora de la autoridad moral; pero no todas las iglesias se posicionan claramente tan en contra como la Católica Romana, evangélicas y pentecostales; por ejemplo, las iglesias luterana, metodista y presbiteriana no se pronuncian al respecto, pero enfatizan el valor de la conciencia individual en cuestiones éticas.
En una carta del actual papa al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de Washington DC, puede leerse cómo el papa llega a pasar la mano por encima a la pena capital y a la guerra arguyendo que si es en defensa propia o para ajusticiar a un reo en concordancia con lo dispuesto en la ley, pues no pasa nada, pero de ninguna manera el aborto y la eutanasia son susceptibles de práctica ni comprensión, no tienen cabida en la moralidad.
Pero hay que tener en cuenta que la práctica de la eutanasia puede ser defendida tanto por progresistas como por conservadores o racistas, por ejemplo los nazis y defensores del darwinismo social arguyen la eliminación de “lastres sociales” y la proliferación de individuos “superiores”.
Actualmente la eutanasia es legal en los estados de Oregón, Washington, Texas y Montana, y en California está abierto el proceso de legalización; en Sudamérica sólo es legal en Colombia, también lo es en Japón, Alemania, Suiza, Países Bajos y Bélgica, y está en proceso de legalización en Luxemburgo; en Australia fue legal, pero ahora ya no.
A continuación se muestran algunos de los resultados obtenidos en un estudio del CIS realizado en mayo y junio de 2009 sobre atención a pacientes con enfermedades en fase terminal:


Totalmente de acuerdo
Bastante de acuerdo
Poco de acuerdo
Nada de acuerdo
N.S.
N.C.
(N)
Darle todos los
calmantes necesarios para controlar el dolor
83’3
13’1
1’9
0’7
0’7
0’2
(2481)
Prolongarle la vida de forma artificial
cuando no exista
esperanza alguna de curación
4’0
6’2
22’7
58’5
7’9
0’7
(2481)
Dejar que la
enfermedad evolucione de manera natural, sin tratamientos
8’1
11’2
24’2
48’7
6’5
1’2
(2481)
Administrarle la
medicación necesaria
para aliviar su
sufrimiento aunque
acelere su muerte
55’4
27’2
7’1
4’1
5’8
0’4
(2481)
Interrumpir un
tratamiento que
prolongue su
sufrimiento cuando le queda poco tiempo de vida
34’3
22’9
11’9
19’3
10’5
1’0
(2481)
Ayudarle a morir para evitar su sufrimiento
42’8
21’7
9’4
15’6
9’3
1’1
(2481)

Como vemos en la tabla anterior, la mayoría de los encuestados se sitúa favorable a terminar con la vida del paciente si esto le ahorra sufrimiento, sin embargo vemos cómo el 48’7% y el 58’5% son contrarios a dejar que la enfermedad evolucione de manera natural sin tratamientos y a prolongar la vida de forma artificial cuando no exista esperanza de curación, respectivamente.
En otra pregunta del cuestionario del CIS se plantea la cuestión de si todas las personas deben tener acceso a la asistencia sanitaria necesaria para una muerte sin dolor ni sufrimiento, a la que el 80’9% de los encuestados contestaron estar totalmente de acuerdo y sólo el 0’7% estaba nada de acuerdo; y en la pregunta, cada persona es dueña de su propia vida y de elegir cuándo y cómo quiere morir, el 58’6% está totalmente de acuerdo, frente al 7’7% nada de acuerdo.
La conclusión que se saca de aquí es que la mayoría de la gente valora la vida, pero no por encima de todo como vimos que hacían algunas iglesias, que decían que Dios da la vida y sólo él puede quitarla y que ni la calidad de la misma ni el deseo del que la posee cuentan para nada. Me gustaría señalar aquí para finalizar y como una crítica a las religiones, pero más concretamente a la Iglesia Católica, la hipocresía de que hacen gala desde hace milenios; si es Dios el único que da la vida y el único que puede quitarla, ¿por qué la Iglesia no ha condenado radicalmente y sin matices la pena de muerte? Y no sólo eso, sino que la han empleado en sus tribunales como medio de castigo supremo; aquí ya hago un pequeño avance crítico hacia el bloque siguiente, la pena de muerte.

Opinión personal:
Mi postura en cuanto a la utilización de la eutanasia es totalmente a favor, por varias razones, y no sólo razones éticas o morales, sino prácticas o utilitaristas si se quiere (aunque suene frío y deshumanizador). Me considero defensor a ultranza de la vida y creo ser consciente de su gran valor, si lo pensamos, es una suerte (hablando en términos probabilísticos) que estemos en este mundo, y la vida es breve, por lo que creo que la primera preocupación de todos debe ser la de ser egoísta, entendiendo por egoísta aquel que busca el placer y el bienestar para sí, pero no teniendo que ser hostil con los demás; en otras palabras, pienso que el hombre es hedonista por naturaleza y siempre buscará su bienestar, entonces ¿es bienestar estar postrado en una cama enchufado a un montón de máquinas que hacen por ti lo que deberían hacer tus órganos vitales? Ésta es la cuestión ética, y la cuestión práctica es que esa persona postrada está ocupando un lugar físico en el hospital, donde quizás otra persona con posibilidades de sanar podría estar siendo atendida.
En cuanto al procedimiento y los casos particulares ya habría que ver cada uno; si el paciente está inconsciente pero había dejado dicho que le practicaran la eutanasia, o si no lo había podido decir a tiempo; si el paciente es un anciano o en estado vegetativo e irreversible o si es un niño de diez años en el mismo estado, etc. Cada caso debería ser estudiado cuidadosamente antes de tomar una decisión.

III.              La pena de muerte:

Opinión personal:
Antes de comenzar me gustaría volver a aclarar mi postura en contra de la pena de muerte. La muerte es una liberación, no un castigo, si no, ¿por qué se suicida la gente? Lo que quiero decir es que a aquellas personas que los defensores de la pena de muerte matarían por sus delitos, yo los encerraría en una jaula hasta que dejasen de ser un peligro para la sociedad. Si lo matas se acabó, lo liberas, pero si lo encierras, sufre.

Introducción histórica y evolución:
La pena de muerte consiste en provocar la muerte de un condenado por parte del Estado, como castigo por un delito establecido en la legislación; los delitos a los cuales se aplica esta sanción penal suelen denominarse «crímenes» o «delitos capitales».
Históricamente y en casi innumerables civilizaciones y sociedades ha existido este castigo para los delitos más graves, en un principio se ejecutaba a quien había matado a un semejante, pero se cree que en la época neolítica con la aparición de la propiedad privada, la pena de muerte comenzó a aplicarse para otros delitos.
Según los descubrimientos arqueológicos hay referencias de ejecuciones desde la prehistoria. Se sabe que en algunos lugares se llevaban a cabo rituales sagrados en  los que se ofrecía la vida de una persona en sacrificio. Entre las pinturas rupestres de la cueva Remigia en Castellón, se distingue entre las escenas de caza la ejecución de un hombre.
Posteriormente y ya en los primeros Estados, se tiene constancia escrita de ejecuciones. Las primeras tuvieron lugar en Egipto. Al principio se ejecutaba por casi cualquier cosa, como matar a un gato por ser animal sagrado, pero con el tiempo se fue reservando para los delitos considerados más graves, tales como homicidio, adulterio de las mujeres nobles, golpe de Estado o herejía. Las formas habituales de dar muerte a los condenados en el antiguo Egipto eran la decapitación, el empalamiento, el ahogamiento en el Nilo (los reos eran arrojados al agua dentro de un saco) y la quema.
En Mesopotamia allá por el año 2450 a.C.; se redactaron unas leyes para regular la vida en sociedad, pero en estos textos no se hacía referencia ni a la ley del talión ni a la pena de muerte; sería en el cambio del III al II milenio a.C. donde por primera vez aparecen la ley del talión y la pena de muerte recogidos en un código legal escrito, esto ocurrió durante el reinado de Eshnuna (Mesopotamia) y con ella se castigaba el asesinato.
Ya en la Biblia hay multitud de referencias de pena de muerte, sobre todo en el Antiguo Testamento. Dios mataba a aquellos que habían sido conquistados por el mal, por el demonio, y lo hacía de múltiples formas como el diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, así como multitud de ejecuciones individuales; pero Dios mataba incluso a inocentes, como ocurrió en la décima plaga de Egipto cuando mandó al ángel exterminador acabar con la vida de todos los primogénitos de Egipto para que los hebreos fuesen liberados. La aparición de Dios como un ser ejecutor y vengativo caló rápidamente entre los hebreos, y más tarde se propagaría por todo el mundo. Si Dios mata a los “hombres malos”, aquellos que en la Tierra están en representación divina, tienen la misma potestad.
A pesar de que uno de los mandamientos que dio a Moisés en las tablas de la ley era el de no matarás, los cuatro últimos libros del Pentateuco describen muchas circunstancias por las cuáles era lícito matar a una persona. Algunas de esas situaciones eran:
-Por asesinato.
-Por herir al padre o a la madre.
-Por tener a un buey suelto que mate a alguien de manera reincidente, salvo que sea a un esclavo o esclava, pagará treinta siclos de plata.
-Por pecar con una bestia.
-Por trabajar el sábado.
-Por homosexualidad.
-Por adulterio con la madre de la esposa, la suegra, será quemado vivo con las dos mujeres.
-Por zoofilia del hombre, también morirá el animal (lo mismo para las mujeres).
-Por relaciones con la mujer o el marido de un tío o una tía.
-Por juntarse con una mujer en período menstrual.
En la antigua Grecia un personaje llamado Dracón recopiló una serie de leyes allá por el año 621 a.C.; la dureza de estas leyes era extrema, se condenaba a morir a cualquiera que cometiera un delito, fuese de la índole que fuese, se llegó a matar incluso a quien robaba una col; de ahí el término draconiano para referir severidad.
Roma también nutrió su código penal de las culturas etrusca y griega.
Durante la Edad Media la pena de muerte continuó en Europa, e incluso con la llegada del Cristianismo y el Islam se potenció, en muchos casos el factor religioso fue decisivo. En el Imperio Bizantino se persiguió a los paganos y hechiceros de manera especial.
Más recientemente, durante la época de la Inquisición se ejecutó a muchas personas en toda Europa, pero en el sur del continente fueron más comedidos, la Leyenda Negra que holandeses e ingleses difundieron sobre la monarquía española y el catolicismo ha tergiversado tremendamente los datos sobre las ejecuciones de la Inquisición. Realmente no se cometieron tantos ajusticiamientos capitales en España entre los siglos XVI y XVIII. Algunos autores hablan de 700 muertos de un total de 49.000 casos juzgados por la Inquisición entre 1540 y 1700; otros hablan de menos incluso, 220 muertos entre 1520 y 1820. Lo cierto es que las ejecuciones de la Inquisición suponían un costo demasiado elevado como para llevarlas a cabo una al mes, o incluso una al año.
En algunos libros de actas de concejos de las grandes ciudades españolas de los siglos XVI y XVII aparecen a veces reflejados los gastos que suponían estas ceremonias. Un auto de fe celebrado en Córdoba en 1665 costó dos millones de maravedíes; hubo que fabricar un tablado, tejer un dosel con varios lienzos, tallar escudos, fabricar sillones para las autoridades, pagar a los músicos, peones, carpinteros, comida, bebida, etc.; sólo la leña para quemar a los condenados costó 1.020 maravedíes.
En la España de comienzos del siglo XIX la situación social era convulsa tras la Guerra de la Independencia. El país estaba en la miseria y los bandoleros campaban a sus anchas. La represión de este bandolerismo se llevaba a cabo mediante la pena de muerte por horca o descuartizamiento, como el que tuvo lugar en Sevilla en 1781 para el bandolero Diego Corrientes. La pena de muerte llegó a aplicarse incluso a quienes besaban a una mujer sin su permiso.
No sería hasta los primeros meses de república de 1873 cuando por primera vez en la historia de España sería abolida la pena capital, pero no duró. Cuando Emilio Castelar asumió la presidencia reinstauró la pena de muerte.
Habría de esperar hasta la segunda república que, en el 32 aboliría la pena de muerte, salvo para los casos de jurisdicción militar. En 1934 el gobierno de la CEDA volvería a restaurarla para algunos delitos, y en 1935 la ampliaría para delitos de terrorismo.
Durante la guerra y todo el régimen franquista siguió vigente, aunque a partir de los años 40 y sobre todo 50 se fueron reduciendo el número de casos para los que era lícito aplicar la pena de muerte.
Por fin con la constitución del 78 sería abolida de nuevo, con la excepción de las leyes militares en tiempos de guerra; con la reforma del Código Penal aprobada el 25 de junio de 1983 se abolía definitivamente la pena capital, aunque el Congreso no lo aprobaría definitivamente hasta 1995.

Defensa de la pena de muerte:
El hombre es un ser civilizado que vive en sociedad, esto implica cientos y millones de personas relacionándose entre sí e interactuando, evidentemente es normal que surjan rencillas algunas veces, por esta razón existe un Estado y unas leyes, para mediar en las relaciones e intentar buscar la convivencia pacífica y feliz de todos los ciudadanos.
Por desgracia o por fortuna no todos nacemos “buenos”, hay personas que hacen daño a otras en su propio beneficio y a veces ni por eso, simplemente por causar un daño a alguien que no es como uno desearía o no cumple ciertas expectativas, es el caso del racismo, la xenofobia, la homofobia y las divergencias de pensamiento, ya sean de índole política o de cualquier otra.
La pena de muerte es un castigo que la sociedad impone para los delitos más graves que se cometen contra miembros de ella misma, o contra ella misma en su conjunto, como puede ser un atentado terrorista o la corrupción política. De hecho la pena de muerte es el castigo supremo, el más grave para los delitos más graves, pero en mi opinión se queda corta, es decir, debería ejecutarse a todo aquel que cometa ciertos delitos, aunque sea la primera vez, de hecho sería recomendable  hacerlo con el primer delito, así se evitarían delitos futuros y el impacto del escarnio sería más fuerte, purificándose así poco a poco la sociedad.
El orden social es la gran aspiración de todos los Estados, y de la sociedad por extensión. Los individuos que alteran ese orden deben ser eliminados pues atentan contra el principio fundamental de la vida humana en sociedad, la paz y la felicidad; esos individuos no deben ser encarcelados pues si ellos causan un grave daño a los ciudadanos, no tienen derecho a vivir mantenidos con el dinero de los impuestos que pagan esos ciudadanos. Lo justo y viable, tanto a nivel de orden social como económico, es su ejecución.
Lógicamente debe existir todo un cuerpo normativo y judicial que juzgue de manera rápida y transparente para evitar los errores que se han cometido en el pasado, es decir, para evitar ejecutar a inocentes. La pena de muerte sólo debe ser aplicada en los casos de absoluta e irrefutable certeza de culpabilidad del acusado.
Y particularmente yo ampliaría el abanico de delitos por los cuáles alguien debiera ser ejecutado. Indudablemente a los asesinos, salvo en casos de legítima defensa demostrada; también ejecutaría a los violadores, pues es sabido que nunca se reforman, y evidentemente no van a estar en la calle, ni tampoco en la cárcel ni en un centro psiquiátrico costando dinero a los ciudadanos que podría destinarse a mejorar la sanidad pública por ejemplo; también ejecutaría a aquellos que cometiesen delitos contra el Estado y la sociedad, es decir, a los políticos que roban dinero público o a los que generan dinero negro mediante acciones fraudulentas como la tenida lugar en Marbella con Jesús Gil y Julián Muñoz; ejecutaría a los estafadores de gran calibre, es decir, aquellos que montan empresas fantasma y hacen que la gente invierta en ellas para luego robarles; ejecutaría a los que atentasen contra la salud pública, como a los que montan clínicas privadas que no cumplen los requisitos exigidos.
La búsqueda de una sociedad impoluta sería mediante la pena de muerte en estas condiciones, y el fin buscado no tardaría en aparecer, pero para ello también ejecutaría a todas las voces disidentes que pudieran poner en peligro la estabilidad o la integridad del Estado, pues la tensión y la crispación no son buenos amigos del orden social y la tranquilidad.
Se trataría sin duda de un Estado policial para poder garantizar así la salubridad del mismo. La policía es imprescindible para llevar a cabo la detección preventiva, es decir, la vigilancia policial, tanto de incógnito como de uniforme, jugaría un papel decisivo en la detección de criminales en potencia, pues no hay mejor cura que la prevención, y si un policía detecta a alguien que cree que puede cometer un delito grave, tendría la autoridad para detenerlo, y en el caso de que no hubiera duda de que dicho delito hubiera sido cometido, sería ejecutado, aunque el delito no se hubiera cometido, así realizaríamos una labor doble, se habría evitado el delito y se habría prevenido a la sociedad de futuros posibles delitos de ese individuo.
La función de escarnio en una situación tan controlada y poco permisible con los delincuentes sería inmediata y eficaz, pues nadie se atrevería a atentar contra la sociedad.
Además se ahorraría mucho dinero público al sufrir las cárceles un vaciamiento de asesinos, violadores, estafadores, etc., muchas cárceles podrían ser reconvertidas en otro tipo de centros, tales como colegios, hospitales, bibliotecas o lo que fuese.
Indudablemente se reforzaría esta tarea purificadora de la sociedad atacando por varios frentes, el más importante sería la educación. En los colegios se enseñarían valores como el respeto, la obediencia a la autoridad, la supremacía de la norma y las consecuencias de su transgresión; esa sería sin duda la mejor prevención.
La pena de muerte cumple además una función moral implícita, reafirma el valor de la vida. Si un asesino mata a alguien es porque no siente ningún respeto por la vida de su víctima, de este modo se le alecciona tanto a él como a la sociedad que observa sobre el valor de la vida y las consecuencias de su violación. Una vida por una vida, eso es lo justo y natural. En algunos grupos de animales a veces se mata a un miembro para preservar la estabilidad del propio grupo. El mismo Aristóteles hablaba sobre la inmutabilidad del orden natural de las cosas, no se puede cambiar la naturaleza, no se puede atentar contra la naturaleza social del hombre y su intrínseco orden pacífico, y aquellos que no lo respetan deberán ser ajusticiados convenientemente para seguir manteniendo la paz y la felicidad. Todo el mundo tiene derecho a la vida y nadie tiene derecho a quitar la vida a otra persona, pero si alguien lo hace, deberá pagar con la suya, esta es la excepción que confirma la regla, la que nos enseña lo que pasa si se transgrede.
Todo el mundo desea vivir en armonía y tranquila felicidad, y nadie está tranquilo ni es feliz cuando hay asesinos, violadores, psicópatas y políticos corruptos campando a sus anchas; todos desearíamos no tener ese tipo de preocupaciones en la cabeza, por ello la pena de muerte es la mejor solución a todos los efectos. Nos quitamos esa preocupación de la cabeza, quitamos a esos maleantes de las calles, evitamos crímenes, borramos de la sociedad esas manzanas podridas que perturban los buenos acervos y, poco a poco, se va consiguiendo una sociedad pura, estable y feliz.
Al final, tal y como afirma el Darwinismo social, tras años y años de eliminar esas lacras, nada perturbará ni la sociedad material (integridad física de las personas y de las infraestructuras de la sociedad), ni la intelectual (valores que se transmiten, al final se erradicará todo lo relacionado con el mal, el causar daño al prójimo…).

Bibliografía:

CORRAL, José Luís (2005) Historia de la pena de muerte.
FOUCAULT, Michel (1975) Vigilar y castigar.
Encuestas del CIS (2009) Estudio número 2793, encuesta sobre la atención a pacientes con enfermedad en fase terminal.
Historia del aborto. http://www.nosotrasenred.org/aborto/historia.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario