jueves, 14 de enero de 2010

We are hell beer boys...!!!

Parece que fue ayer cuando todo empezó en el parque bajo los árboles, pero ha llovido mucho ya y muchos han sido los litros que hemos vaciado desde que alguna tarde nos reuniéramos a descubrir el mundo con la mirada de un adolescente inquieto. En alguna ocasión nos llegamos a preguntar si habría alguien que bebiera tanto como nosotros y deseábamos que lo hubiera para comprobarlo, recuerdo intentos de cálculo de cuántos litros habíamos matado.
Recuerdo los días de playa y sol aderezados con ese elixir maravilloso a las cuatro de la tarde guarecidos del sol en una casita de madera junto al paseo entre cuyos tablones solíamos esconder etiquetas de litronas escritas por detrás (que por cierto, yo conservo la más vieja, la encontramos al año y pico y aún seguía allí), inseparable compañero de las birras eran por aquel entonces los petas, y el mundo era infinito y nuestras ideas parecían descubrirlo y juzgarlo, en cada coloquio, en cada reunión, en cada quedada, no faltaba cerveza.
Tiempos memorables que vuelven a mí al escuchar una vieja canción de la cual nos agenciamos el estribillo que bien creíamos merecer, we are hell beer boys, chicos cerveceros hijos del infierno, nos cagamos en dios.
Y pasaron los años y muchas historias quedaron atrás, donde antes escanciábamos en una casita de madera, debajo de un puente, al pie de una torre o bajo los árboles de una plaza frente al carismático dispensario de gélidas alegrías; pasamos a reír y a elucubrar en el farcomóvil, en los bares o en nuestras propias casas. Lo que en sus comienzos pudiera ser una actividad cuasidelictiva para muchos, nuestros padres entre otros, pasó a convertirse en nuestra birra de cada día, bebíamos por la tarde, bebíamos por la noche, bebíamos al amanecer, bebíamos en la calle y en la playa, en el parque y en la plaza, bebíamos en la azotea, en el sofá y hasta en la cama; bebíamos tanto y tanto nos gustaba que teníamos incluso una lista negra de puntos de venta en los que insultaban el significado puro de lo que beber cerveza significa.
Parece que el tiempo ha dejado marca en nosotros, porque nuestro gusto por la birra no hecho sino acrecentarse como nuestras posibilidades de acceso a toda una amalgama de elixires distintos pero con un mismo nombre y aún a día de hoy por fortuna, aunque vivamos distantes, seguiremos reuniéndonos siempre una vez más a destapar un último litro y recordar viejas historias.

1 comentario:

  1. Esos litros que nos transportaban a la supuesta clandestinidad, que nos hacían sentir especiales los sábados cuando los demás bebían whisky y nosotros teníamos una espuerta hasta arriba de cerveza. Cuando vestir como un puerco y cantar cancioncillas de grupos askerosos, reirte sin saber muy bien de qué o por qué, en una mano un peta y la otra esperando a que te pasaran el litro... Todo eso, que tan simple parece visto unos pocos de años después, era suficiente sentido para darle a la vida. Espero que dentro de muchos años alguno se acuerde de esto y, litro en mano, recordaremos viejas historias

    ResponderEliminar