viernes, 6 de noviembre de 2009

El color de los cartones

Me metería de lleno en esa cueva que huele tan bien a vicio y desgarros, dando patadas y gritando me dan ganas de salir volando por la ventana llenandoos de esputo y semen.
Rabia es lo que siento y veo los cartones que son marrones donde las voces se tornan roncas y el frío nos cierra los ojos que lloran. La puta basura llega desde el callejón y el humo es tan tópico y los pañuelos tan húmedos de flujo que ni nueve tercios de sangre y sudor tienen ya voz ni voto en el baile de la mañana.
Pequeñas idiosincrasias que reconfortan se echan de menos cuando estás lejos de más. El olor de tu pelo, el roce de tu espalda, la saliba de tu boca, el temblor de tus manos. Esencialmente paradisiaco infierno, bucalmente sabrosa, vaginalmente hogar.
Un palacio de verdes botellas, una pirámide de despojos de la madrugada, soy prisionero que viaja en un tren sin vía, soy esclavo de tus ojos, me tienes atado con tus piernas; miro hacia la ventana con el temor que llega a la estación antes del tren en el que te veré partir y cabalgo sobre dientes apretados, y nado entre lágrimas y flujo, y grito...
Esta noche volveré a decir que los cartones son marrones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario