viernes, 31 de julio de 2009

"Que aburrimiento, que tontería, tendré que tomarme una anfetamina..."

Atrás quedan esos días locos, esas calurosas tardes de vagabundeo por la ciudad alterados por la acción de la rapidez. Las noches marcaban el ritmo de nuestras vidas, las horas se convertían en días y los días en pesadillas.
La monotonía era nuestro propio infierno y la paranoia nuestro verdugo.
La gélida gualda acabó siendo nuestro elixir de la vida, pero cuando se juntaba con la piedra filosofal ya salíamos volando.
El chirriar de dientes de unas bestias ocultas que moldeaban todo y se reían con siniestras carcajadas sonaba a metal oxidado.
Con cara de asco y un amargo sabor comenzaba la locura, ruído, humo y alcohol y nos embarcamos a la aventura a través de un mar de ron, vino y cerveza que nos llevaba a la deriva de nuestra propia suerte donde al arrivar despertábamos de ese extraño sueño casi sin saber cómo había pasado todo.
Extraños recuerdos de una noche en Granada que vuelven ahora como advirtiéndome que, esas noches, volverán.

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