sábado, 6 de marzo de 2010

Teoría sociológica

Son las preocupaciones más mundanas las que ocupan a las personas, entiéndase aquí mundano como algo inherente a la propia naturaleza rara1 del hombre. El hombre no se comporta como los demás animales sino que se distingue de ellos, dicha distinción se produjo en el momento en que su estilo de vida dejó de basarse en lo puramente instintivo para ser controlado o reprimido este aspecto de su naturaleza por la razón, la lógica, el libre albedrío. Lo que es inherente a un animal son los comportamientos que muestra a lo largo de su vida dentro de unos parámetros propios y limitantes de dichos comportamientos, cada especie mostrará comportamientos propios en base a su propia naturaleza y ningún individuo se saldrá de esos parámetros naturales, quiero decir con esto que el hombre no ha abandonado su propia naturaleza sino que ha seguido su curso según unos parámetros cambiantes debido a la incorporación de esa nueva arma al arsenal del ser humano, la razón. Los dispares comportamientos mostrados por el hombre a lo largo de su historia no son más que la expresión de su propia naturaleza en la que tiene cabida el libre albedrío y el poder de la elección lógica (lógica en principio), por ello ninguno nos comportamos de igual manera, de ese modo repetitivo y esperado de los animales.
En un intento por mantener la cordura en este mundo de locos todos nos comportamos de manera estructurada, esta estructuración dependerá lógicamente de la situación geográfica y la propia historia de cada grupo de personas. La estructura social de una tribu no es la misma (ni necesita serlo) que la de una ciudad europea. Dentro de nuestras estructuras sociales y sus divergencias hay algo que nos une, igual que cada sociedad nos crea de un modo distinto al resto y estas diferencias puedan llegar a ser diametralmente opuestas, existe un común denominador, algo que por ir ligado a nuestra propia naturaleza humana, nos une incluso en la psique, hay algo que tenemos todos los seres humanos, una identidad natural.
El hombre es un ser tremendamente temeroso de lo natural, ha apartado su vida de la naturaleza (siguiendo su propia naturaleza antinatural) e intenta conocer el mundo que le rodea para tenerlo todo bajo control y que nada escape a su conocimiento, aquello que escapa o pudiera escapar es lo que produce el miedo, la incertidumbre, por ello el hombre tiende a nombrar y a etiquetar el mundo y todo lo que existe, para tratarlo con un riguroso control, el lenguaje aquí juega un papel esencial en este nombramiento convencional y antinatural pero a la vez, natural en cuanto a la propia naturaleza racional del hombre. Parece un poco lioso todo esto, pero es más sencillo de lo que parece, puede resultar un tanto paradójica la explicación, el hombre es un ser vivo y como tal forma parte de la naturaleza, pero al seguir el camino que ha seguido de transformar el medio y tirar hacia lo tecnológico en lugar de lo natural, se dice que ha abandonado la naturaleza, pero si pensamos que este comportamiento no es más que la manifestación de la propia naturaleza humana, entonces todo esto no tiene nada de antinatural, sino que responde a la propia naturaleza humana, pero la cosa se complica como veremos ahora.
Cada persona ve el mundo de manera distinta a la del resto de sus congéneres y por ello no puede pretenderse tratar la vida (la vida de todos los hombres) como un genérico y explicarla bajo una sola filosofía, cada persona crea y vive su propia filosofía, como explicaba Ortega y Gasset con su filosofía del perspectivismo, pero lo que está claro es que pese a todas las diferencias que tenemos entre nosotros, existen también ciertas similitudes inherentes e inalienables propias de nuestra naturaleza humana, todos somos humanos y tenemos algo que es igual en todos pese a nuestra vida marcada por la razón, la caracterización del mundo (y de la propia vida en última instancia) y nuestras infinitas divergencias a todos los niveles, es decir, tanto a nivel superficial y de manera de ser como a nivel mental (de ver, comprender, entender el mundo y, en consecuencia, de vivir con respecto a esta visión del mundo) Lo que nos une es aquello que hemos sometido y tapado con la razón que nos caracteriza, Freud lo llamaba el ello, Nietzsche lo denominaba instintos, también puede tratarse de deseos primarios, instinto de supervivencia, egoísmo natural… Para empezar, dejar claro que pienso que nuestras vidas están regidas, en gran medida, por el egoísmo (pero no al cien por cien porque sé que hay actos que no tienen nada de egoísta en su causa, podríamos estar hablando aquí de altruismo, amor, etc.)
Procederé a continuación a explicar el concepto de egoísmo en los términos en que lo usaré aquí, que no es el comúnmente utilizado en el día a día: el egoísmo natural no es sino la perspectiva natural a partir de la cuál organizamos la mayoría de los actos que comprenden nuestra vida, las relaciones interpersonales, las elecciones a las que estamos obligados a hacer cada día y en definitiva, todo nuestro comportamiento, están sujetos a un interés egoísta en tanto y cuanto consciente como inconscientemente escogemos la opción más beneficiosa, nos juntamos con la gente que más nos gusta ya sea porque podamos obtener beneficios materiales o mentales de dichas relaciones y en mayor o menor medida y por supuesto más o menos inconscientes como ya he dicho. Cabría puntualizar que no todas las relaciones ni todos nuestros actos obedecen a este principio egoísta, existe una fuerza opositora a la puramente egoísta, el amor, y la prueba más evidente es que un padre daría la vida por la de su hijo, ¿qué saca de esa acción en su beneficio? exacto. Siendo un poco extremista y meticuloso en el análisis de esta cuestión (la del amor) bajo el punto de vista del egoísmo podríamos decir que un cónyuge saca bastante en su propio beneficio de la relación amorosa con su pareja (el placer sexual, el bienestar que le produce su compañía, los halagos y tratos recibidos, etc.), pero existen ciertos actos que escapan a este egoísta comportamiento pues no responden a una búsqueda de beneficio hacia el que lo realiza. Estas dos fuerzas se contrapesan en la medida en que cuanto más desinteresado es un acto (obedece al amor) menos sacamos en beneficio (menos egoísta es) y al revés. Las conductas egoístas están relacionadas directamente con el ello, el yo y el superyó de Freud, conceptos adecuados que tomaré para la siguiente explicación:
            -Ello: Las conductas a este nivel se caracterizan por su naturaleza impulsiva, los actos que realizamos buscan la satisfacción de una pulsión (todo lo que produce placer, también puede ser el placer de comer como un cerdo) Queda bastante expuesto el carácter egoísta de los actos guiados por el ello puesto que su fin es el beneficio directo en forma de placer para el propio individuo.
            -Yo: Cuando es el yo el que rige las conductas, el carácter egoísta queda supeditado a un segundo plano, el plano social, es decir, intentamos satisfacer las pulsiones sexuales tapando su agresividad con actos socialmente aceptados, por ejemplo, no nos tiramos a la primera que pasa y por la calle que nos gusta, sino que primero hay todo un ritual de cortejo políticamente correcto en lugar de una simple y directa proposición de sexo (en el extremo ni siquiera habría tal proposición) Las conductas que responden a la satisfacción egoísta de los deseos del yo no buscan tanto la satisfacción de las necesidades primarias o básicas (del ello) sino la aceptación social sobre los actos que realizamos en pos de nuestro disfrute, sea cual sea su naturaleza, en este caso la aceptación social de nuestros actos nos reportaría un beneficio al ser bien valorados por el resto de individuos de la sociedad, eso reafirmaría nuestro estatus social y las relaciones interpersonales se verían mejoradas en cuanto a favoritismos, reputación, etc.
            -Superyó: Las conductas del superyó son las más alejadas del carácter animal e instintivo del hombre ya que su naturaleza no se encuentra en la satisfacción de las pulsiones sexuales sino en la búsqueda de la aceptación social exacerbada, aquí cuanto más alejado de lo natural es un acto, mejor visto estará socialmente, ergo mayor beneficio social percibe el individuo que lo ejerce. Las leyes de la moral y los acervos de la sociedad en particular determinan las directrices de los actos que se supone se esperan de todos los individuos de la sociedad, es decir, los individuos procuran acercarse lo máximo al tipo ideal, al modelo cultural, alejarse de los impulsos naturales e instintivos y disfrazar sus verdaderos deseos con moral y leyes absurdas que envenenan su naturaleza animal. Desde este punto de vista se llega a repudiar aquellas conductas que responden al ello y a naturalizar las conductas sociales antinaturales, las que no buscan el beneficio de la vida, sino de un estatus fuertemente categorizado y organizado. Tiene lugar lo que se conoce como desencantamiento de la vida, también llamado McDonallización (según Ritzer)
Cabría plantearse también la paradoja que surge de la propia naturaleza racional del hombre y su evolución, así como de la evolución de sus conductas, es decir, la razón y la inteligencia crean la tecnología que aparta al ser humano de la naturaleza (desnaturalización), pero esto es natural en cuanto y tanto obedece a la propia naturaleza evolucionista del hombre, pero ¿cuándo se considera que una persona ha sobrepasado el umbral que determina cuándo una persona está lo suficientemente apartada de la naturaleza pero obedeciendo a su propia naturaleza separatista, y se sale entonces de su camino (tiende a extremar las conductas del superyó)? Se crea pues aquí una frontera muy difusa: está en la propia naturaleza del hombre abandonar el campo y construir ciudades, adaptar su entorno y corregir su comportamiento readaptándolo continuamente a un entorno cada vez menos natural (en el sentido de animal, cercano a la madre naturaleza) y más categorizado, más organizado. Un ejemplo fácil es que la aceleración del cambio climático es producto de la naturaleza del hombre, es absurdo pretender que no se talen árboles ni se pesque en masa ni que no se produzca polución, todo esto forma parte de lo que la propia naturaleza humana que tiende al progreso tecnológico conlleva, pero también sería absurdo afirmar que no se pueda usar la razón en pos de una vida más equilibrada y en concordancia con el mundo natural, cuando se reniega de este hecho es justamente cuando se produce la desnaturalización total, cuando nos apartamos no sólo del mundo natural como animales sino cuando nos cegamos con el mundo dictado por el superyó y lo socialmente aceptado, es decir, cuando pretendemos ignorar que aún pudiendo apartarnos de la naturaleza podemos conservarla y llevar un modo de vida que no sólo base nuestro comportamiento en la satisfacción única del superyó social sino que, con nuestra potente arma (la razón) seamos capaces de atender también las necesidades de nuestro yo más natural, el ello.
Si olvidamos nuestro lado natural (nuestros instintos) estaremos matando nuestro lado más natural, si los acervos de nuestras sociedades persiguen y reprimen estas conductas estamos condenados a convertirnos en autómatas sin vida, sin voluntad, sin naturaleza humana al fin y al cabo.
 
1. Naturaleza rara: En este sentido lo que llamo naturaleza del hombre son los comportamientos propios que muestra, condicionados por su vida en sociedad y por los múltiples factores que determinan el comportamiento en sociedad (política, economía, filosofía, ética, etc.) Con rara quiero destacar el aspecto desnaturalizado del rumbo que ha tomado la vida del hombre, es decir, lo que antes explicaba de la vida totalmente organizada y encasillada, la vida desencantada, la McDonallizada; por tanto al decir naturaleza rara estoy haciendo referencia a una serie de pautas de comportamiento tanto a nivel social o de grupo como a nivel individual que en lugar de tener como meta la satisfacción de/los individuos a través de la satisfacción de los instintos mediante el raciocinio y la colaboración, tiene como objeto lo que en realidad debería ser el medio para, es decir, el objetivo de la vida de las personas cuyos actos vayan dictados por la interiorización y aceptación de una naturaleza rara será el trabajo, la acumulación de bienes, la consecución de un admirable estatus, etc.

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